martes, 23 de junio de 2020

NL 6 LA FUERZA DE LA EUCARISTÍA


LA FUERZA DE LA EUCARISTÍA

 Objetivo: Renovar nuestro amor por el Santísimo Sacramento, analizando la historia de un niño mártir ocurrido hace mucho tiempo, pero que hoy nos hace reflexionar ante esta celebración del Cuerpo y la Sangre de Cristo ¿Qué tan grande y real es mi amor y devoción por la Eucaristía?

Taller:
ü  Hacer la lectura con fe y devoción, resaltando los detalles del texto frente al amor por la Eucaristía
ü  Completa el cuadro de profundización
ü  Construir un poema en honor a Nuestro Señor Sacramentado  

UN MÁRTIR MEJICANO
(Del libro Fulgores de Eucaristía – Santiago María Viña)

Lo que os voy a referir no es ninguna piadosa leyenda, sino un hecho histórico, que no dejó de estremecer de espanto, a un mismo tiempo y de ternura, las rotativas de todo el mundo.
Según es sabido, se había desatado sobre México, como deshecha tempestad, aquella persecución religiosa, que lo anegó en sangre, bajo la tiranía de aquel Nerón de los tiempos modernos, llamado Elías Calles.
Pero también, como en los tiempos de las persecuciones romanas, se convirtieron en templos los sótanos de la penitenciaría mejicana, en cuyas bóvedas no cesaban de resonar los cánticos religiosos al compás de las más ardientes plegarias.
Entre los condenados a la última pena se hallaba el señor Betanzos, que, antes de renegar de su fe, prefirió dejar en casa lo mejor de su corazón: su joven esposa y su hijo queridísimo.
No son precisamente estas prisiones unas mazmorras sumidas en las tinieblas y llenas de alimañas, sino más bien unas moradas de lujo tentador, en las que cada uno aguarda incomunicado, la arbitraria determinación de la tiranía.
Un amigo y compañero de negocios del señor Betanzos ora, tabique por medio, percibiéndose muy bien todos sus rezos y suspiros. De pronto, se oyen dentro, unas frases confusas y altaneras; y hasta se escucha algún insulto impío.
Sigue después un silencio profundo… Sin duda que la muerte vino a dejar allí un lugar vacío, y a coronar con laureles a un héroe de la cruz. Un presentimiento sobrenatural le hace ver al señor Betanzos que su fin se acerca, y se acoge a la oración.
Entre tanto cruza su morada una ráfaga desconocida de espanto y frío… La mujer llora… El ángel, su único hijo, la acaricia y le pretende consolar. Es la plegaria del padre, que, agitándose sutil en el ambiente, les avisa de su peligro.
Cae la tarde. Betanzos oye pasos por delante de su prisión. Muchos ha oído, sin que jamás le hubieran interesado; pero estos pasos los oye sobre el corazón. ¿Es Dios que viene? ¿Es la justicia humana que se aproxima?
No; es una joven su fiel sirvienta, que avanza cautelosa hacia su prisión, para enterarse de todo, como quien no se entera de nada.
Betanzos la divisa: desde la ventana entreabierta le hace señas  de que se acerque; y con todo el disimulo posible le arroja un papelito muy plegado, en que, en resumen, viene a decirle: “Que me manden la Comunión: necesito fuerzas para morir.”
Horrorizada y estremecida, corre ella al punto al domicilio de su señora; y no es difícil imaginar la escena que allí se desarrolla.
La angustiada esposa cae de rodillas. Por una parte desearía acompañar ella también a su esposo en el martirio; por otra, comprende que se debe toda a su adorado hijito, y, estrechándole entre sus brazos, llora en silencio.
Precisamente iba a hacer el niño su primera comunión al día siguiente y ya está todo dispuesto para la fiesta, que se ha de celebrar, a ocultas, en su casa. La ocasión no puede ser más propicia.
Su Director espiritual le recuerda los momentos difíciles de las catacumbas, y cree oportuno que sea el mismo niño quien cumpla la misión divina de llevar la Sagrada Eucaristía a su querido papá.
Amaneció por fin el día. En el improvisado oratorio todo es recogimiento y devoción. Se ha celebrado el Santo sacrificio, y el sacerdote, con la voz entrecortada por la emoción y apagada por la prudencia, dirigió a los concurrentes algunas palabras, que los dejaron sumisos en un mar de lágrimas.
Luego comulgó por primera vez el niño de Betanzos, quedando convertido en un tabernáculo viviente del Señor.
Acto seguido, tomó el sacerdote la Sagrada Hostia; la envolvió en un paño de lino finísimo y perfumado; le dio muchos dobleces, y la escondió en el pecho inmaculado de aquel ángel, que convertido en nuevo Tarsicio, va a llevar al mártir el Pan de Vida.
Sale el niño a la calle y se encamina a la prisión,  con paso agitado, nervioso y menudito, como quien no se atreve a correr por la misión que lleva; pero, como quien quisiera volar para llegar a tiempo.
Al tocar a los umbrales de la penitenciaría, le cierran el paso unos sayones disfrazados de caballeros, y algunos guardias, que infestan el ambiente con chocarrerías groseras.
Al ver el niño, el más autorizado le increpa: - ¿Adónde vas tú?...
 – Quiero – contesta – decir el último adiós a mi padre… Y sin más ceremonias pasa adelante, temeroso de que descubran su secreto. Al llegar al interior, cae en poder de los guardianes de los presos que, desempeñaban su misión con la brutalidad de cancerberos.
¿A dónde, vas chiquillo? – le dicen.
– A decir adiós a mi papá – contesta nuevamente… y pronunciando unas cuantas palabras soeces y sacrílegas registran minuciosamente al angelito que tiembla entre aquellas garras como la tórtola entre las uñas del azor.
De pronto exhaló un  ¡ay! agudo y lastimero. Había sentido una fuerte punzada en la muñeca.
-¿Qué te quejas tú, si no ha sido nada? - Le dicen empujándole hacia dentro - No fue más que para ver tu valentía.
El niño se abraza con su papá y le dice: - no perdamos tiempo, ¡Qué horror!, ¡lo que me han hecho esos hombres!
Toma la comunión, papá. Cae éste de rodillas; despliega presuroso el lienzo blanquísimo y comulga…
El niño exhala unos quejidos lastimeros, mezclados con el nombre de Jesús…, y se desploma exánime en los brazos de su padre… Le habían inoculado un veneno violentísimo con la punzada.
El señor Betanzos ora, sin soltar los despojos de su ángel.
En los cielos tocan a gloria por la llegada de otro Tarsicio, mientras en la tierra ruge más furiosa la tempestad.
¡Dios no muere! El Sagrario es la fuente de Vida.
CUADRO DE PROFUNDIZACIÓN

  

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personal



































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