miércoles, 1 de julio de 2020

NL 7.1 LA CARROZA


(Del libro “Después de la pandemia ¿Qué Catequesis?)
Andrés Boone, S.D.B.
Montevideo, Uruguay

En estos tiempos explotó internet como agente principal de comunicación. La palabra zoom” parece ser la palabra mágica del momento. Cambiamos el salón parroquial, el templo, las reuniones de grupo, por “zoom”. Internet es como un gran supermercado con muchas ofertas de “misas on line”, “cursos on line”, “charlas on line”, “formación on line”, etcétera. Y a veces es difícil elegir entre tantas alternativas. Pero, si bien se suspendieron muchas actividades a todo nivel, nuestra agenda se llenó rápidamente con “encuentros” virtuales. Por lo menos esto es cierto para los que tenemos internet y conexiones, porque en realidad se abrió también una nueva brecha: entre los que “tienen internet” y los que no lo tienen.

Y en este nuevo escenario, ¿dónde se lleva a cabo la “acción que promueve y hace madurar la conversión inicial, educando en la fe del convertido incorporándole a la comunidad de fe”? ¿Cómo el catequista puede ser “testigo, comunicador, acompañante y mistagogo”? ¿Cómo vive o vivirá la comunidad el distanciamiento social? Y la lista de preguntas podría seguir.

Todavía estamos tratando de pasar de un “modelo de cristiandad a un modelo eminentemente misionero, es decir, que no se cierre sobre sí mismo en una pastoral centrípeta, sacramental y devocional, sino que se abra a la evangelización como un proyecto orgánico, global y unitario para manifestar, construir y hacer presente el Reino de Dios entre los hombres” y se nos está presentando un nuevo escenario que no habíamos imaginado.

Y como catequistas formamos parte de este nuevo escenario donde somos actores, y no solamente espectadores. Muchas veces se nos piden respuestas que dan sentido a lo que estamos viviendo. ¿Cuáles son las habilidades, competencias, actitudes, que tenemos que reforzar como catequistas a fin de que siga resonando la voz de Dios que nos invita a construir su Reino también en tiempo de pandemia?

Reflexionando y meditando encontré algunas ideas. En el relato del encuentro entre Felipe y el eunuco (Hch 8, 26-40).

1. “Acércate y camina junto a la carroza” (Hch 8,29)
Si bien estamos conectados a través de los medios tecnológicos  y distintas plataformas, siento que hay una necesidad de cercanía, de caminar juntos (respetando el distanciamiento sanitario). A mí me gusta esta invitación que se le hizo a Felipe antes de su encuentro con el eunuco: “acércate y camina junto a la carroza”. Es bueno y necesario acercarse al otro, más allá de que también vamos en nuestra propia  carroza.

El “caminar junto a la carroza” implica salir de nuestra propia carroza, para ir a caminar al lado, respetando el ritmo del otro, sin quedar atrás ni adelantarse. “Felipe la alcanzó y oyó…” (Hch 8,30). La actitud de Felipe nos indica que se esforzó no solamente para alcanzar la carroza, sino también para escuchar. Al alcanzar la carroza del otro, habrá que desarrollar un oído fino para escuchar lo que se dice. ¿Qué escuchamos en este tiempo? ¿Cómo escuchamos? Necesitamos acallar nuestros ruidos para tomar una actitud de escucha. Es la actitud que Jesús tenía con los discípulos de Emaús, “¿De qué van conversando por el camino? ¿Qué ha pasado?” (Lc 24, 27. 19b). Jesús sabía de lo que estaban hablando, lo había vivido en carne propia, pero igualmente quería escuchar cómo los discípulos de Emaús lo habían   experimentado.

Va a ser necesario reconocer en el otro sus sentimientos, pensamientos y emociones, dejando de lado en una primera instancia nuestra propia experiencia. Dar al otro la palabra para que pueda expresarse, para que pueda preguntar, dudar, cuestionar, hablar, callar. Es más que escuchar, es experimentar, en cierta forma, los sentimientos y percepciones del otro en carne propia. Y cuando pasa esto…

2. “…lo invitó a subir y sentarse junto a él” (Hch 8, 31b)
Felipe es invitado a subir a la carroza. Se comparte el mismo espacio vital, van al mismo ritmo. Felipe ya no tiene que preocuparse del estado del camino, ni de la velocidad de su caminar, pues está en la misma carroza en camino. Para esto, hay dos momentos previos: subir y sentarse junto al otro. Subir a la carroza pide un esfuerzo, así como entrar en la vida del otro pide un esfuerzo. En primer lugar, dejar el camino (mi propia carroza).

Y para subir a la carroza del otro no podemos llevar nada, tenemos que dejar ciertas cosas atrás para poder usar ambas manos a fin de agarrarnos bien  a esta nueva carroza. ¿Cuáles son aquellas cosas que tengo que dejar atrás? No son solamente cosas materiales, son también (y más que nada) esquemas mentales, respuestas a preguntas que nunca se hacen, prejuicios… Y ahí se recibirá la invitación a “sentarse”. Sentarse  implica tomarse el tiempo, algo contradictorio en este tiempo en el que todo necesita una respuesta “ya”.

Es el momento de dar sentido a lo que se ha experimentado. Un sentido que no viene de afuera, sino del significado que se da a la experiencia. Ahí está el inicio de un acompañamiento en el proceso de crecimiento en la fe. Pero, como catequista, ¿sabemos acompañar a nuestro interlocutor en este camino de fe? ¿O, más bien, estamos atados a un programa, a contenidos? Y, más importante todavía, estando en mi carroza ¿me dejo acompañar? ¿Invito a alguien a subir a mi carroza y a sentarse junto a mí? Será en este acompañar  que podemos acercar la Palabra, y ojalá con la palabra justa.

3. “Mandó parar la carroza, bajaron los dos…” (Hch 8, 38a)
Y todo esto para que se detenga la carroza y bajemos. En el relato la detención es el momento en que el eunuco pide el bautismo. Y luego “cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe” (Hch 8, 39).

Hay que salir de la carroza, no podemos hacer de la carroza un lugar intimista; siempre se ha de tener la mirada hacia afuera, hacia la comunidad. El acompañamiento tiene que llevar a este momento: el encuentro (renovado) con la comunidad. ¡Qué lindo sería inventar  creativamente algún símbolo, algún rito de reencuentro! En el caso de Felipe con el eunuco fue el bautismo, pero no siempre tenemos que estar pensando en la celebración de un sacramento.

Y, por fin, lo que me deja intrigado es que “Felipe fue arrebatado” y del eunuco no se habla más en el texto. A veces pienso en él, y más ahora en que, a veces, en nuestras conversaciones, aparece gente desconocida que participa, que se alegra de habernos  encontrado, pero luego se aleja y no las vemos más.

A veces también pienso en Felipe. ¿No le hubiera gustado continuar en el acompañamiento del eunuco? ¿Quizás formar una comunidad? ¿Desaparezco para dejar que el otro siga creciendo en la fe?
“El eunuco no lo vio más, y continuó su viaje muy contento” (Hch 8, 39b).

TALLER

1.     Haz una lectura detenida y consciente del texto y responde:
ü  ¿Qué reflexión te deja del texto leído?
ü  ¿Qué retos tiene el tema de la catequesis en tu Parroquia?
ü  Trata de responder a las inquietudes que se presentan a lo largo del texto según, el momento que estás viviendo.
2.     Busquemos las palabras referentes al texto en la sopa de letras:

 



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