jueves, 9 de julio de 2020

NL 8 HACIA UNA CULTURA VOCACIONAL 2


MENTALIDAD, SENSIBILIDAD Y PRAXIS VOCACIONAL

“La cultura de las vocaciones es un eje fundamental de la pastoral vocacional, pues la determina no solo desde el punto de vista cristiano sino también desde el antropológico. De hecho, la cultura vocacional, que no es un producto terminado sino un proceso continuo de creación y socialización, es el modo de vida de una comunidad que deriva de su modo de interpretar la vida y las experiencias vitales y que involucra a sus miembros, de manera personal e interpersonal, en algo que se cree, de lo que todos están convencidos, que genera opciones y compromisos y, así, se convierte en patrimonio común”[1].

1. TEOLOGÍA VOCACIONAL (Mentalidad vocacional)

En la entrega anterior, decíamos que la teología o mentalidad vocacional en la Cultura Vocacional, corresponde a los principios que dan sentido a la realización de la persona en relación con Dios.

Podemos asegurar que la teología vocacional nos introduce en el misterio del Dios Amor que revela, comunica y transmite su identidad en el llamado como don y como invitación a vivir esa misma identidad.

La teología vocacional tiene un carácter trinitario: el Padre llama a la realización de un proyecto humano e histórico; el Hijo convoca a un discipulado misionero que convierte el seguimiento en anuncio de su misterio redentor; el Espíritu Santo capacita para amar como Dios ama.

1.1. Cristología Vocacional:

La cristología vocacional se expresa en los relatos de vocación de los Evangelios: “Jesús le dijo, ‘sígueme’” (Cf. Mateo 9, 9); “les dirigió su palabra, llamó a sus discípulos y eligió doce de entre ellos para que estuvieran con Él” (Cf. Marcos 3,13); “convocándolos… los envió a proclamar el Reino de Dios”. (Cf. Lucas 9,1-2).

Jesús de Nazaret, es al mismo tiempo la Voz que llama y que el discípulo escucha y anuncia, y la Persona que convoca, a quien el discípulo encuentra y comparte con sus hermanos y con el mundo. Por eso, “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva[2]. De ahí que conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha podido ocurrir en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo”[3]. Sólo alguien enamorado de Cristo puede transformar su entorno vital.

1.2. Eclesiología Vocacional

Por ser la Iglesia la Casa de la Palabra se convierte en la casa de la vocación, y de ahí en la comunidad de los llamados. Es más, la Iglesia, en lo más íntimo de su ser, tiene una dimensión vocacional implícita ya en su significado etimológico: ‘asamblea convocada’, por Dios. La vida cristiana participa también de esta misma dimensión vocacional que caracteriza a la Iglesia. En el alma de cada cristiano resuena siempre de nuevo aquel ‘sígueme’ de Jesús a los apóstoles, que cambió para siempre sus vidas.

Somos Iglesia, y en ella como misterio de comunión se ubica el misterio vocacional. La meta de la animación vocacional es una Iglesia plenamente consciente de ser una asamblea de personas convocadas y reunidas por el infinito amor de la Trinidad, en la riqueza de la diversidad y complementariedad de las vocaciones y ministerios


2. ESPIRITUALIDAD VOCACIONAL (Sensibilidad vocacional)

Son las motivaciones que dan significado e impulso a la realización de la persona en relación con Dios, los hermanos y la creación. Es el paso de la mentalidad a la sensibilidad vocacional, del plano de los principios intelectuales al de una implicación más global y general de la persona, de lo que es verdadero y válido para todos a ese valor que el individuo siente importante y central para él, de la teología a la espiritualidad.

Toda espiritualidad cristiana es vocacional porque la auténtica espiritualidad es la que nos pone en contacto con Dios para la relación con los demás, pero teniendo en cuenta que en la Sagrada Escritura no existen hombres y mujeres que hacen experiencia de Dios, sino al revés: es Dios quien hace la experiencia del hombre. Este principio bíblico revoluciona la manera de entender y proponer la vocación: Dios hace experiencia de nosotros incluso pidiéndonos algo difícil, que no habríamos elegido espontáneamente; supone la disponibilidad para aceptar las pruebas como ocasión providencial donde Dios nos comunica sus deseos sobre nuestra vida. Así la espiritualidad vocacional purifica la idea de lo meramente religioso, convirtiéndolo en experiencia de Dios que es evangélica, cristiana.

3. PEDAGOGÍA VOCACIONAL (Praxis vocacional)

Se entiende como el proceso educativo de la coherencia que permite que la teología y la sensibilidad se traduzcan en gestos consecuentes de la vida diaria. El fomento de la cultura vocacional así entendida lleva a que en la Iglesia cada uno sea responsable de la vocación de los demás y no se preocupe solo por su propia vocación como si esta fuera su propiedad exclusiva, en función de su autorrealización.

Esta dimensión fundamental de la cultura vocacional está abocada a varios desafíos:

1.     “La emergencia vocacional”: debe ser entendida como la capacidad de descubrir que algo nuevo está surgiendo y de responder de la mejor manera a esta novedad.

2.     “La fuga vocacional”: refleja el abandono que han hecho muchas instituciones pedagógicas de la tarea propia, deja ver que la verdadera crisis vocacional no es de los llamados sino de los que llaman.

3.     “La urgencia vocacional”: que se deriva de la emergencia y es típica de momentos en los que se actúa con el solo afán de resultados inmediatos.

4.     “El desafío vocacional”: que es el verdadero reto del animador vocacional en cuanto que debe ser el hilo conductor de su formación permanente, la clave de su relación con la cultura vocacional para un testimonio visible, y el método de la pedagogía vocacional como capacidad y proceso de acompañar a los llamados hacia su madurez en Cristo.

5.     “La crisis vocacional”: que tiene que ver con los procesos educativos, las experiencias formativas y nuestros estilos de vida, porque no logran proponer modelos visibles y atractivos en los ambientes de hoy.

6.     “El riesgo vocacional”: que consiste en caer en el extremo de invadir la conciencia del otro con propuestas forzadas o en no proponer la novedad de vida, por un respeto exagerado, mal entendido.

7.     “La alianza educativa”: que anima y persigue la integración entre cultura, pastoral y formación vocacionales, a partir sobre todo de la pastoral familiar y de la juvenil, redescubriendo su naturaleza radicalmente vocacional.

ACTIVIDAD:
Para ampliar la comprensión, reflexiona las siguientes dos preguntas y completa el gráfico:
1.     ¿De qué manera la vocación que estoy viviendo o a la que me siento llamado(a), cumple los tres aspectos de la cultura vocacional: mentalidad, sensibilidad y praxis vocacional?
2.     ¿Cuáles de los desafíos planteados a la cultura vocacional son más evidentes en tu entorno comunitario?
3.     De acuerdo con la lectura, completa el siguiente mapa conceptual:

 




[1] CELAM. Documento Conclusivo del II Congreso Latinoamericano de Vocaciones. 2011, p.26
[2] Benedicto XVI, Encíclica "Dios es amor" #1
[3] Documento de Aparecida. Capítulo 1, 29

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